Los dos bandos.


Según Martí los hombres se dividen en dos grandes bandos : "los que aman y construyen y los que odian y destruyen"


Una amiga muy cristiana me contó que cada vez que se enfrentaba a situaciones no muy simples y claras buscaba la Biblia y abría al azar y ahí, en una de esas dos páginas aparecía una señal, una respuesta. A mí me está sucediendo últimamente con muchos libros o cosas que leo, se me aparecen en el momento preciso. Así ocurrió ayer, luego de colgar lo que supongo leyeron antes me fui a la cama con un bonito libro de cuentos del argentino Jorge Bucay: "Déjame que te cuente", libro que recomiendo para encontrar respuestas. Y justo me encontré con este cuento que les copio y que quiero relacionen con lo escrito ayer. Ya les cuento el cuento. 
                               
"Los retoños del ombú"
Era un pueblo muy pequeño. Tan pequeño que no figuraba en los grandes mapas nacionales. Tan pequeño que solo tenía una plaza diminuta, y en ella un único árbol. Pero la gente amaba a ese pueblo, amaba su plaza y amaba a su árbol; un enorme ombú que estaba justo en el centro(...) Durante años, los jóvenes, los padres de los jóvenes y los padres de los padres de los jóvenes, se habían cruzado diariamente bajo el ombú. Allí se habían fraguado negocios importantes, se habían tomado decisiones relativas al municipio, se habían concertado bodas y se había recordado a los muertos, durante años y años.
Un día, algo diferente y maravilloso empezó a pasar; en una raiz lateral, saliendo de la nada, brotó una ramita verde, con dos únicas hojitas apuntando al sol. Era un retoño. El primero que el ombú había dado desde que se lo conocía. Después de la conmoción, se creó una comisión que organizó una fiesta para brindar por el acontecimiento. Para sorpresa de los organizadores, no todos en el pueblo concurrieron al brindis. Había quienes decían que el retoño traería complicaciones. 
El caso es que unos días después de aparecido el primer retoño, empezó a brotar otro. Y, en un mes más de una veintena de ramitas verdes habían asomado  de las ya grises raices del ombú. La alegría de unos y la indiferencia de otros duró poco. El aviso lo dió el guardia de la plaza. Algo pasaba al viejo ombú. Sus hojas estaban más amarillentas que nunca, eran débiles y se caían con facilidad. La corteza del tronco, otrora carnosa y tierna, se había vuelto reseca y quebradiza. El ombú estaba enfermo y quizá moriría.(...) se formaron dos grupos claramente opuestos. Uno que ponía el acento en el viejo ombú y otro en los nuevos retoños. 
(...) Cada grupo, en su afán de conseguir más apoyo, había politizado la situación y obligaban a tomar posición a favor o en contra del viejo ombú. Los defensores del árbol dijeron que la solución era cortar los retoños que le quitaban fuerza y actuaban como parásitos. Los Defensores de la vida, como se hizo llamar el segundo grupo, decían que se debía talar al viejo ombú, que había cumplido su ciclo y que sólo le quitaba agua y luz a los retoños. Finalmente  se decidió llevar la decisión frente al juez de paz, que debería dar su veredicto la semana siguiente.
(...) Ese domingo estaba el pueblo dividido por una cuerda, los dos bandos se agredían verbal y hasta físicamente. El griterío era terrible y nadie conseguía hacerse escuchar. De pronto, se abrió la puerta y,  seguido de la mirada de ambos bandos, se escuchó  al juez de paz:
- ¡Imbéciles!-dijo- Os llamáis a vosotros mismos Defensores del ombú y Defensores de la vida...¿defensores? Sois incapaces de defender nada, pues vuestra única intención es hacer daño a aquellos que piensan de manera diferente. Tanto unos como otros estáis equivocados. El ombú no es una piedra. Es un ser viviente y, como tal, tiene un ciclo vital. Este ciclo incluye dar vida a los que continuarán su misión. Es decir, incluye preparar a los retoños para hacer de ellos nuevos ombúes. Los retoños no podrían morir si el ombú muere, y la vida de éste no tendría sentido  si no fuera capaz de convertirse en una vida nueva.
Preparaos , Defensores de la vida. Entrenaos y armaos. Pronto llegará la hora de prender fuego a la casa de vuestros padres con ellos dentro. Pronto envejecerán y empezarán a estorbar en el camino.
Preparáos, Defensores del ombú. Practicad con los retoños. Debéis estar preparados para pisotear y matar a vuestros hijos cuando estos quieran reemplazaros o superaros.
¡Y vosotros os llamáis Defensores!
Vosotros lo único que queréis es destruir...
No os dais cuenta que destruyendo y destruyendo, destruiréis también, inexorablemente, todo aquello que queréis defender. 
¡Reflexionad!
No os queda mucho tiempo.
Y dicho esto bajó lentamente del estrado y caminó hacia la puerta entre el silencio de todos.
...Y se fue.



Odio la violencia.  Siento repulsión y asco  por los que provocan actos de repudio y enfrentamientos entre cubanos.  Seamos martianos del primer bando, recuerden la moraleja de Meñique: "los buenos son los que ganan a la larga"

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