Nos tocó ser turistas


Lo de "ser" turistas no es algo en lo que sean muy "duchos" los cubanos, al menos su gran mayoría. Salir de Cuba en mi niñez-adolescencia-juventud, era o bien a cumplir una misión internacionalista o como viaje de estímulo a uno de nuestros países "amigos". Luego de la perestroika y la caída del muro, empezaron algunos a visitar a la antigua "escoria", que pasó a ser la comunidad cubana en el exterior. También empezaron las "cartas de invitación". Estas las hacían "amigos o clientes" según los casos. Estos últimos debían hacerse responsables y pagar todos los gastos, y eso es así hasta hoy. Pero salir de vacaciones a cuenta y riesgo propio, y al extranjero, como se hace en el resto del planeta, hasta el día de hoy, no he conocido a nadie. Y para la modalidad vigente se necesitan tantos permisos, autorizaciones, cuños, sellos y firmas , que ya has vivido una "odisea" antes de pisar una agencia de viajes. Lo de salir de "misión" está ahora de moda, sigue teniendo el mismo nombre de hace 40 años, pero eso que antes era a lo "Guevara", pensando en los pobres y los oprimidos de la tierra, ahora es una especie de "tabla de salvación" para la familia. No quedan países más pobres que el nuestro, o al menos así lo creen los cubanos que se van a Haití para al menos recibir mensualmente los CUC correspondientes y poder traer algunos equipos al terminar la misión. Si es de la salud a lo mejor consigue hasta comprarle al Estado un bello apartamento. Los viajes de estímulos se reducen a las altas esferas y es sólo nacional, los llamados campismos o con suerte un hotel en playa...
Pues a mí se me antojaba en este viaje que yo y mis hermanas fuéramos turistas aunque fuera a ratos. Debía ser a mi llegada, antes de asustarme con los precios o que mermara mucho el delgado bolsillo. En la Habana fue fácil, teníamos el "hotelito" de la Melvis y era sólo cuestión de "andar la habana", y hacer fotos y vídeos como hacen los que vienen de "afuera". Decidimos irnos a Trinidad, porque casi ninguna conocía esa ciudad, que nos maravilló. Es un lugar intemporal, estás allí y sabes la fecha, pero miras y crees que respiras en el siglo XVI, XVII o XVIII. Además, lo tiene todo para ser perfecta: una paz que es única, tiene las montañas más verdes, playas, ríos...y lo máximo: allí está Adianet, esa sobrina nieta que es la bondad y la dulzura hecha carne y huesos, además que el destino inteligente la unió a otro ser especial, de nombre algo raro, Yansert, aunque por suerte le llaman por el apellido como a su padre, Fraga. Pues los Fragas junto a la Martha (madre y suegra de los susodichos) resultaron más que anfitriones, una especie de ángeles protectores, ellos se fueron a dormir a casa del vecino ( que cumple misión en Venezuela) y antes llenaron la casa de colchones donde dormíamos plácidamente. Al levantarnos ya estaban allí las galleticas caseras que vende un vecino, mantequilla, leche, queso... salíamos pero había que volver porque allí los habíamos dejado organizando el almuerzo o la comida. Ahora me digo que tal vez por eso no próspera el turismo nacional, te encuentras en Cuba gente tan generosa , tan buena y hospitalaria... es que si a mí me dicen que le han empezado a salir alas a los cubanos, va y me lo creo. ¡Porque eramos siete gordas! Una invasión... y Martha, contra mis pronósticos, nos despidió con la misma sonrisa con que nos recibió.
¡Que días más felices! Recuerdo a una artesana que se emocionó al vernos tan felices y se le saltaron lágrimas, nos dijo que de sana envidia. En la fiesta de la escalinata frente a la Casa de la Música, nos hicimos famosas, por divertidas y alegres. Sentía que éramos más hermanas que nunca por el simple hecho de estar cerca, muy cerca, y esas pequeñas distancias las rompían constantemente los abrazos. y como si eso fuera poco... TURISTAS

1 comentario:

Meme dijo...

Hoy fui un día que anduve acompañada -y no soy muy mística- pero sentí a cada rato el andar silencioso de Mami...a la vez fue un día común de trabajo, lágrimas por una amiga en problemas, y tuve un gesto generoso con una persona muy muy necesitada...claro que sentí la presencia de Mami este 15 de septiembre que estuviera cumpliendo años.
Siempre que tengo ganas de verla le escribo lo que no hablamos nunca...pero hace un tiempo escribí este sencillo Relato que hoy quiero compartir con ustedes.



Dios, dame la paciencia de mi madre.


No me llamo Melitina porque a mi padre nunca le gustó ese nombre sacado del Almanaque para aquellas mujeres que nacieran el 15 de septiembre…por esa razón Papi me endilgó otro nombre más contemporáneo y sencillo como Melvis, sin combinarlo con aquel con que bautizaron a Mami en 1925.

Isabel, la comadrona de mi madre había recogido sus primeros 8 hijos, no sé si la “partera” ya había muerto o estaba muy vieja cuando nací en 1960, pero tuve el privilegio primero de nacer en la ciudad de Camaguey, en un hospital materno con el máximo de seguridad, donde me “recogió” una enfermera llamada Moraima , asesorada por una médica muy atenta, según recordaba mi madre años más tarde, cuando me dijo también que había nacido un viernes, cerca de las 9 de la mañana.

Entre los atributos de mi Madre destacaba una memoria singular. Puede que no recordara algo que acababa de hacer o decir por importante que fuera, pero en eso de las fechas su memoria era inigualable. Durante los 365 días del año recordaba invariablemente el cumpleaños, el santo o la muerte de sus familiares, conocidos y amigos cercanos y lejanos….lo que Papi siempre tildó como “fainera”.

En el otro espacio de su mente donde no alojaba fechas reinaba el candor, la inocencia de la niña que nunca creció, la nobleza, la agudeza natural, la espontaneidad sin límites, la confianza en el prójimo, la tranquilidad, el sosiego…por eso constantemente cuando pierdo los estribos reclamo: "Dios, dame la paciencia de mi madre"...